miércoles, 28 de octubre de 2009

POLAROID


Esperá esperá – suplicó en grito desgarrado y urgente.
Dejame llevar un último recuerdo...
Tan lúcido de vida como azotado de muerte.
El otro, contrariado, desplomó su brazo, apuntó ahora al suelo girando hacia su colega que repasaba con gestos discontínuos y airados el plan de fuga. Con menos piedad que desconcierto, hizo la pausa.
Se supo, en una secuencia de imágenes fractales y estridentes, en el oscuro umbral de lo eterno y la nada. Un bramido visceral, imaginario y creciente hilvanó las imágenes que brotaban en lejanía, para detenerse sordamente ahora, en los ojos de su pequeño, enormes como el sol y tan blanco como la luna.
Poseído de inmensidad apretó sus puños vacios como queriendo abarcar y atesorar por siempre aquellas imágenes, las repasó con prisa otra vez y el silencio previo. Campanas.
La descarga del final destiño los rostros, el bramido fue suspiro y el puño se hizo viaje.